Sobre todos los cadáveres que hemos sepultado,
sobre todas las injurias
que día a día
hemos soportado respirando dolor,
argumentando razones
(para no volvernos locos)
sobre cuanto nos
han lacerado el alma
y
el cuerpo
levantemos
nuestro propio monte interior
y habitemos en él
con la sabiduría de quien ha perdonado todo
(sin olvidar )
y empecemos a inaugurar otros ritos.
Los sonidos de mi /tu MAR
me habitan.
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