La vertiginosa visión iluminó en un instante
el espacio que la rodea , la instaló en otra dimensión de
de su corporeidad , de su entendimiento.
Siente sus palpitaciones desbocadas.
Se aferra sin saber cómo al añejo árbol que tanto ama.
Intenta reconocer, a través de la luz que enceguece,
que está allí en su propio jardín con su premeditada
armonía dibujada a los largo de muchos años ,
de muchas vigilias ,de muchos sueños.
Divaga .
La luminosidad permanece.
El tiempo está detenido.
De pronto una sola estela dorada atraviesa el cielo.
La luminosidad se disuelve.
Ella llora.
La noche sobre el río está serena , serenísima.
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