En la serena configuración del día
hacer la gimnasia del asombro y ver como si fuera
la primera vez las líneas que diagraman
el lenguaje de la ciudad, las verticalidades
sin estridencias de los árboles , los relieves
de los albergues de los hombres , los símbolos
que inauguran nuestras vidas y nos
acompañan desde el nacimiento hasta
el sepulcro y siendo nosotros también raíz
y rama , estallar en las infinitas formas
que somos capaces de reconocer en la nocturna
memoria que todo lo vuelve a inaugurar.
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