He visto crecer las formas del ocaso
en la penumbra de los silencios
que a todos maniataban.
He visto rondar la sombra de un nombre
y horadar el rocío de las palabras
en la cierta temeridad
de la ausencia.
Te he visto, en fin,acurrucando
tu dolor , a solas , como fundido en
tu propio aliento , desprovisto de todo
cielo , arrojado sin piedad en el basural
de la conciencia
(afuera el grito de Antinoo hacía estremecer
la marmórea grandiosidad del romano Adriano )
y vos solo , con la infinita soledad
de los abandonados.
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