viernes, 4 de marzo de 2016

La isla

Un faro en el extremo inaudito de una olvidada
playa puede desatar inquietantes recuerdos
que enlazan ,como en un cuadro surrealista ,
las más extrañas presencias.
Una playa dentro de una circunscripción militar
de mi país, que no tenía en cuenta porque
acostumbrada a los tanques, a los polvorines
y a los cascos veía el verde de los hombres y
de las máquinas confundidos con el paisaje y
no me perturbaban.
Lo mágico estaba detrás de ellos, en la playa,
en una isla que desaparecía cuando subía el mar
y que guardaba el espacio exacto de la aventura,
el juego de los posibles y de los imposibles.
La isla de mi infancia tuvo mucho de lo que luego
descubrí en la isla de Bioy Casares.Yo también 
como Morel, inventé desaforados espejismos
y  hasta un pálido muchacho que venía
desde el otro lado de la máquina.
Mi máquina no me mató pero nunca pude prever
que con el correr de los años esa isla
fuera otra del Archipiélago de las Ellises
y sobre ella también pesara la bíblica
condenación de la peste.



Derrames y sombras

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