Neruda roturó la tierra con la reja
de su arado verbal.
Paz indagó en los umbrales del mestizo
continente y escuchó voces
que no tenían muerte.
Guillén se pegó al ritmo sincrético
del caribe y concilió negras y
blancas herencias.
Vinicius se devoró la vida y con el
último ademán de poseído , pintó
ondulantes simetrías.
Borges creó un mundo de universales
metonimias y labró el verso
en la agonía.
Todos hablaron, en su lengua, del cambiante
rostro de la eternidad.
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